domingo, 19 de abril de 2015

Dormir con audifonos....

Tuve la maña de acostarme a dormir con audífonos desde que mi apá les compró un par de walkman a mis hermanas en nuestro primer viaje a gabacholandia (uno pa' c/u, no se vayan a pelear las princesas) y yo me adueñé de ellos en cuanto ellas dieron la más mínima muestra de que no les gustaban. Yo tendría unos 10 años.

De hecho, ahora que me acuerdo, desde antes de eso dormía casi abrazado de una bocina del estéreo viejo de mi apá que instalé en la cabecera de mi cama.
¡Órale güeyes! Aprovechen pa' burlarse.

En fin, la idea es la misma: desde siempre fue una costumbre para mí estar escuchando algo para dormirme. No es que sufra de insomnio si no lo hago, pero solía "arrullarme" de forma más sencilla si escuchaba música.

De hecho  la costumbre se acentuó a finales de los 90's, principios de los 00's cuando apareció la cosa esa del interné que hizo popular al MP3, los quemadores de CD's dejaron de costar una millonada y la colección de discos de mi apá ya no cabía en uno de los cajones del librero.

Y así conocí cosas que se convirtieron en mis favoritos como la discografía de Queen, Cocco, L'arc en Ciel y demás cochinadas de los setentas y de Japón.

Cuándo recién me casé, la pleba más pinta del mundo se extrañó de esa costumbre rara del güey ese con el que tiene que compartir la cama. A mí me dio por dejar de hacerlo, por creer que la molestaba, pero la conciencia me duró a lo mucho unas dos semanas y seguí durmiendo con audífonos aunque ya no todos los días como antes.

La costumbre terminó definitivamente cuando tuve al mismo tiempo a mi papá y a la pleba recién operados, un recién nacido de mucho apetito y poco sueño y un proyecto gigante en la chamba. Digamos que el Guamu no necesitaba arrullarse, ni tampoco había oportunidad de experimentar nueva música.

Oír música en un estado de semi inconsciencia sigue siendo algo que suele calmar todos mis pinches traumas por un ratito.

Tal vez debería hacerlo más seguido.

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