lunes, 19 de septiembre de 2016

35...

Cumpleaños número treinta y cinco.

La mente tiene una manera extraña de trabajar.

Volteo a mi izquierda y veo el montón de figuritas plásticas por las que (estoy convencido) he pagado más de lo que debería. Y, eso no lo veo, pero sé que allá, arriba, está el montón de papel impreso en el que he gastado buena parte de mi sueldo desde que empecé a trabajar.

Ayer todo eso me lo podía auto-justificar fácilmente (ya saben, "mi gusto es"), pero a lo mejor ya es hora de que me deje de chingaderas (como seguramente habría dicho mi apá) y me comporte de acuerdo a mi edad. Al fin y al cabo, ya crucé la mitad de la esperanza de vida promedio mundial y, por más cliché que suene, tengo un hijo al cual proveer.

O, tal vez, nomás es mi pinchi neurosis alborotada por el chingo de azúcar del pastel de cumpleaños.

¿Será?