El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magía de la nostalgia
Milan Kundera
Hace ya un año que murió mi apá.
Sucedió repentinamente, sin necesidad de atención médica, sin periodo de agonía. Nada. Sólo pasó. Desde que me avisaron que lo iban a llevar al doctor porque se veía agitado hasta que llegué a casa de mi mamá no pasaron ni diez minutos y ya había fallecido.
No le avisé a nadie fuera de la familia en el momento ¿Para qué? Nomás se preparó todo para llevarlo a Culiacán y que se hicieran los servicios funerarios allá. Ni siquiera me dio por enojarme con los de las funerarias que aparecieron como buitres a los 10 o 15 minutos del fallecimiento, nomás agarré las tarjetas de presentación y les dije que más tarde les avisábamos. Después supe que mi hermana es la que se encargó de correrlos a la fregada.
Tampoco me dio por encabronarme con el güey del trabajo que me habló la mañana siguiente (mientras esperábamos que prepararan el cuerpo para el transporte) para reclamarme de un plan de trabajo que según él estaba mal hecho y, que fiel a su estilo, me dijo "No digas mamadas, putito" cuando le expliqué por qué el que decía idioteces era él.
Cuando era un adolescente, algunas veces, me hice la pregunta de qué chingados iba a hacer cuando murieran mis padres. Ahora no recuerdo que es lo que imaginaba, supongo que era algo del estilo "va a ser el fin del mundo". Debo hacer notar que siempre fui un adolescente muy chillón y amante del drama.
Al final resultó ser algo muy distinto, algo tranquilo. Tan tranquilo como puede ser algo que de pronto te agüita cuando ves, escuchas o recuerdas algo relacionado con él, pero a final de cuentas la vida continuó.
Al rato. |
1 comentario:
Guamu, mi mas sentido pesame por esa pérdida tan importante. Es de llamar la atención como escribes en tu blog, mas que nada, como plasmas tus emociones cuando del que se habla es de tu padre ausente. Mis respetos colega.
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